Qué rápido pasa el tiempo cuando estás bien acompañado.
Esta mañana, entre sueños, he sentido como me daba un beso y se despedía. “Volveré pronto” o algo parecido ha dicho. Yo he remoloneado, y me he dado la vuelta para seguir durmiendo. Era demasiado temprano para mí.
Al despertar he encontrado una nota sobre el baúl de mi cuarto. Justo encima de mi ropa para hoy. Había cosas escritas, con mucha claridad y muy grande. Me he sentado en el suelo, aún con el pijama puesto y me he tomado mi tiempo: Sólo hace unos meses que aprendí a leer y aún me cuesta juntar las palabras.
“Cariño, cómo me alegro de que sepas leer. (Pide ayuda a mamá si no entiendes algo)
Lo he pasado muy bien estos días contigo. Recuerda memorizar todas tus preguntas para la próxima visita, las lecciones de la abuela te están esperando. Elabora bien las preguntas, pero sin dejar de ser tan original cómo tu eres, intenta pensar tu misma las soluciones, todas las que se te ocurran (flexibilidad y fluidez), yo te corregiré y evaluaré, si te dejas, cuando nos veamos.
Espero que estés atenta a todos los problemas que surjan, y sepas apreciar el sentido que tienen las cosas que te rodean (coherencia interna). Sé que lo harás, cariño, y si no puedes esperar a mi vuelta recuerda que el teléfono sirve para escuchar mi voz.
Pórtate bien.”
¡Vaya por dios! Ahí no había quien entendiese nada. Y yo sólo había leído los cuentos de Pipo, bueno, y un poco de los de princesas y dragones. Pero en la carta de la abuela no estaba ni Pipo, ni la princesa inútil esperando al príncipe ni un dragón que escupa fuego.
La abuela siempre tan complicada. Tenía que encontrar un buen traductor.
-¡Mamáááááááááááááá!